La nutricion y sus nutrientes esenciales

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Necesidades de nutrientes

Los nutrientes, o nutrimentos, son sustancias que el organismo no sintetiza en cantidades suficientes, por lo que han de ser aportadas por la alimentación. Para una buena salud, el ser humano necesita nutrientes que le proporcionen energía (proteínas, grasas e hidratos de carbono), vitaminas, minerales y agua. Las necesidades de los nutrientes específicos comprenden, varios ácidos grasos, cuatro vitaminas liposolubles, 10 vitaminas hidrosolubles y colina. La alimentación debe aportar también varias sustancias inorgánicas, como cuatro minerales, siete oligoelementos, tres electrólitos y los ultraoligoelementos.

Las cantidades necesarias de nutrientes esenciales difieren con la edad y el estado fisiológico. Los nutrientes condicionalmente esenciales no son imprescindibles en la alimentación, pero han de suministrarse a los lactantes inmaduros y a las personas que no los sintetizan en la medida suficiente a causa de defectos genéticos o estados patológicos que afectan a la nutrición.

Necesidades de nutrientes esenciales
Energía

Para que el peso permanezca estable, el aporte de energía debe ser equivalente al gasto energético. Las formas más importantes de gasto energético son el gasto energético en reposo (resting energy expenditure, REE) y la actividad física; otras formas menores son el coste energético del metabolismo de los alimentos (efecto térmico de los alimentos o acción dinamicoespecífica) y la termogénesis por temblor (como la termogénesis inducida por el frío).


Proteínas
Las proteínas del alimento están formadas por aminoácidos, tanto esenciales como no esenciales, necesarios para la síntesis de proteínas, aunque algunos de ellos también se utilizan como fuente de energía y para la gluconeogénesis.


Los nueve aminoácidos esenciales son histidina, isoleucina, leucina, lisina, metioninacistina, fenilalanina-tirosina, treonina, triptófano y valina. Cuando el aporte energético es insuficiente, debe aumentarse la ingestión de proteínas, ya que los aminoácidos ingeridos se derivan hacia las vías de síntesis y oxidación de glucosa.

Cuando la privación de energía es extrema aparece la malnutrición proteinicocalórica.
En la actualidad, para una alimentación sana se recomienda que por lo menos 10 a 14% de las calorías proceda de las proteínas.
En el adulto, los aportes alimentarios recomendados (recommended dietary allowance, RDA) de proteínas son de 0.6 g/kg de peso corporal ideal al día.

El valor biológico tiende a ser mayor en las proteínas de origen animal, seguidas de las de las legumbres, los cereales (arroz, trigo, maíz) y los tubérculos. Las combinaciones de proteínas animales y vegetales pueden incrementar el valor biológico y reducir las necesidades proteínicas totales.
Las necesidades de proteínas son mayores durante el crecimiento, el embarazo, la lactancia y la rehabilitación que forma parte del tratamiento de la malnutrición.

Grasas e hidratos de carbono
Las grasas son una fuente de energía concentrada y constituyen cerca de 34% de las calorías de la alimentación. Sin embargo, para una salud óptima, el aporte de grasas no debe superar 30% de las calorías.
Las grasas saturadas y trans deben limitarse a <10% de las calorías, y lo mismo sucede con las grasas poliinsaturadas, mientras que el resto de la ingesta debe corresponder a grasas monoinsaturadas. 

Por lo menos 55% de las calorías totales deben proceder de los hidratos de carbono. El cerebro necesita como combustible unos 100 g diarios de glucosa, y otros tejidos utilizan alrededor de 50 g/día.

Agua
En los adultos, bastan 1 a 1.5 ml de agua/kcal de energía consumida para cubrir las variaciones normales de los niveles de actividad física, la sudación y la carga de solutos de la alimentación en condiciones normales. 

Las pérdidas de agua suelen ser de 50 a 100 ml/día por las heces, 500 a 1 000 ml/día por la evaporación o respiración y, dependiendo de la carga renal de solutos, 1 000 ml/ día por la orina. Si las pérdidas externas aumentan, la ingestión deberá ser proporcional a ellas para evitar la deshidratación.

La fiebre incrementa las pérdidas de agua en alrededor de 200 ml/día por grado centígrado de elevación; las pérdidas diarreicas son variables y pueden alcanzar incluso 5 L/día en los casos graves. 
La sudación profusa y el vómito también incrementan las pérdidas de agua. Cuando la función renal es normal y el aporte de solutos suficiente, los riñones pueden compensar el aumento de la ingesta de agua eliminando hasta 18 L/día de exceso (cap. 319).

 Sin embargo, la diuresis obligada puede poner en peligro el estado de hidratación cuando la ingestión es escasa o cuando las pérdidas aumentan en las enfermedades o lesiones renales.

Las necesidades de agua de los lactantes son mayores, dadas la mayor proporción entre su superficie corporal y su volumen, la capacidad limitada del riñón inmaduro para administrar cargas de solutos altas y la imposibilidad de comunicar que tienen sed.

El aumento de las necesidades de agua durante el embarazo es escaso, quizá de unos 30 ml/día adicionales; sin embargo, durante la lactancia, la producción de leche incrementa dichas necesidades hasta unos 1000 ml/día adicionales, o 1 ml por cada mililitro de leche producido.

 Hay que prestar atención especial a las necesidades de agua de los ancianos, cuya cantidad total de agua orgánica es menor, suelen tener menor sensación de sed y pueden estar tomando diuréticos.

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